viernes, 3 de julio de 2020

Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez nació en Aracataca, Colombia, el 6 de marzo de 1927.
Gabriel no iba a ser su nombre. Debió llamarse Olegario. Acababan de sonar las campanas dominicales de la misa de nueve de la mañana cuando los gritos de la tía Francisca se abrieron paso, entre el aguacero, por el corredor de las begonias: “¡Varón! ¡Varón! ¡Ron, que se ahoga!”. Y nuevos alaridos enmarañaron la casa. Una vez liberado del cordón umbilical enredado en el cuello, las mujeres corrieron a bautizar al niño con agua bendita. Lo primero que se les vino a la cabeza fue ponerle Gabriel, por el padre, y José, por ser el patrono de Aracataca. Nadie se acordó del santoral. De lo contrario, se habría llamado Olegario García Márquez.

Y así, Gabriel García Márquez nació bajo un aguacero extraviado el 6 de marzo de 1927, en Aracataca, Colombia, localidad que luego tendría una importancia clave en muchas de sus obras más conocidas, en una familia cuyo abuelo, coronel, supuso una gran influencia en el joven escritor. Así al menos lo afirma su hermano, Luis Enrique. Aunque ahí mismo comienza el misterio que rodea a la figura de "Gabo", porque un certificado y hasta él mismo apuntan su venida al mundo en 1928.

Creció como niño único entre sus abuelos maternos y sus tías, pues sus padres, el telegrafista Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez, se fueron a vivir, cuando el pequeño Gabriel contaba sólo cinco años, a la población de Sucre, en la que don Gabriel Eligio abrió una farmacia y Luisa Santiaga daría a luz a la mayoría de los once hijos del matrimonio.

Los abuelos de García Márquez eran dos personajes bien particulares y marcaron el periplo literario del futuro Nobel: el coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días (1899-1902), le contaba a Gabriel infinidad de historias de su juventud y de las guerras civiles del siglo XIX, lo llevaba al circo y al cine, y fue su cordón umbilical con la historia y con la realidad. Doña Tranquilina Iguarán, su cegatona abuela, pasaba los días contando fábulas y leyendas familiares, mientras organizaba la vida de los miembros de la casa de acuerdo con los mensajes que recibía en sueños: ella fue la fuente de la visión mágica, supersticiosa y sobrenatural de la realidad. Entre sus tías, la que más lo marcó fue Francisca, quien tejió su propio sudario para dar fin a su vida.

En Aracataca, García Márquez tuvo su primer acercamiento con las letras cuando encontró por accidente en el baúl de los abuelos un libro descuadernado y viejo. Eran Las mil y una noches. Desde entonces comenzó su intensa relación con la literatura.

Gabriel García Márquez aprendió a escribir a los cinco años, en el colegio Montessori de Aracataca, con la joven y bella profesora Rosa Elena Fergusson, de quien se enamoró: fue la primera mujer que lo perturbó. Cada vez que se le acercaba le daban ganas de besarla, y sólo por el hecho de verla iba con gusto a la escuela. Rosa Elena le inculcó la puntualidad y el hábito de escribir directamente en las cuartillas, sin borrador.

En ese colegio permaneció hasta 1936, cuando murió el abuelo y tuvo que irse a vivir con sus padres al sabanero y fluvial puerto de Sucre. De allí pasó interno al Colegio San José de Barranquilla, donde a la edad de diez años ya escribía versos humorísticos. En 1940, gracias a una beca, ingresó en el internado del Liceo Nacional de Zipaquirá, una experiencia realmente traumática: el frío del internado de la Ciudad de la Sal lo ponía melancólico y triste. Embutido siempre en un enorme saco de lana, nunca sacaba las manos por fuera de sus mangas, pues le tenía pánico al frío.

Durante los seis cursos que pasó en el Liceo de Zipaquirá, hubo de recorrer al menos dos veces al año, en barco de vapor, el río Magdalena, principal arteria fluvial del país; esta experiencia, acaso la última remarcable, y sobre todo aquella asombrada primera infancia en Aracataca hasta los nueve años, con el incontenible aluvión de historias y leyendas oídas de sus abuelos y sus tías, configuran el substrato mítico del que García Márquez partiría para la composición de Cien años de soledad y la mayor parte de su obras.

A mediados de los años 30, García Márquez dejó atrás su pueblo natal para vivir en Sincelejo y, posteriormente, en Barranquilla.

En 1947 empieza a estudiar derecho, aunque su reducto favorito eran los cafés. García Marquez no terminó su carrera. Una serie de acontecimientos y la publicación de algunos de sus cuentos (La tercera resignación) en diarios colombianos, lo encaminaron por el mundo del periodismo y la literatura. Entró a la literatura en 1947 con su cuento La tercera resignación

Sus primeros artículos se publican en El Espectador y en El Heraldo y pasa a integrar el conocido como “Grupo de Barranquilla”, de cuya mano conoce la obra de los autores que más adelante le influenciarán: Faulkner, Virginia Woolf, Hemingway y Kafka, entre otros.

El 9 de abril de 1948 fue asesinado el líder de la oposición, Jorge Eliecer Gaitán; los violentos desórdenes que ese mismo día asolaron la capital (en una jornada de revuelta conocida como el "Bogotazo") fueron la causa de que la Universidad Nacional cerrara indefinidamente sus puertas. García Márquez perdió muchos libros y manuscritos en el incendio de la pensión donde vivía y se vio obligado a pedir traslado a la Universidad de Cartagena, donde siguió siendo un alumno irregular. Nunca se graduó, pero inició una de sus principales actividades periodísticas: la de columnista. Manuel Zapata Olivella le consiguió una columna diaria en el recién fundado periódico El Universal.

A principios de 1950, cuando ya tenía muy adelantada su primera novela, titulada entonces La casa, acompañó a doña Luisa Santiaga al pequeño, caliente y polvoriento Aracataca, con el fin de vender la vieja casa en donde se había criado. Comprendió entonces que estaba escribiendo una novela falsa, pues su pueblo no era siquiera una sombra de lo que había conocido en su niñez; a la obra en curso le cambió el título por La hojarasca, y el pueblo ya no fue Aracataca, sino Macondo, en honor a los corpulentos árboles de la familia de las bombáceas, comunes en la región y semejantes a las ceibas, que alcanzan una altura de entre treinta y cuarenta metros.
El escritor en la época
en que escribió su primera novela
En febrero de 1954 García Márquez se integró en la redacción de El Espectador, donde inicialmente se convirtió en el primer columnista de cine del periodismo colombiano, y luego en brillante cronista y reportero. El año siguiente apareció en Bogotá el primer número de la revista Mito, bajo la dirección de Jorge Gaitán Durán.

La publicación duró sólo siete años, pero fueron suficientes, por la profunda influencia que ejerció en la vida cultural colombiana, para considerar que Mito señala el momento de la aparición de la modernidad en la historia intelectual del país, pues jugó un papel definitivo en la sociedad y en la cultura colombianas: desde un principio se ubicó en la contemporaneidad y en la cultura crítica. Gabriel García Márquez publicaría tres trabajos en la revista: un capítulo de La hojarasca, el Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo (1955) y la novela breve El coronel no tiene quien le escriba (1958). En realidad, el escritor siempre ha considerado que Mito fue trascendental; en alguna ocasión dijo a Pedro Gómez Valderrama: "En Mito comenzaron las cosas".

En ese año de 1955, García Márquez ganó el primer premio en el concurso de la Asociación de Escritores y Artistas; publicó La hojarasca y un extenso reportaje por entregas, Relato de un náufrago, el cual fue censurado por el régimen del general Gustavo Rojas Pinilla. La dirección de El Espectador decidió que Gabriel García Márquez saliera del país rumbo a Ginebra, como corresponsal del diario El Espectador, para cubrir la conferencia de los Cuatro Grandes, y luego a Roma, donde aparentemente el papa Pío XII agonizaba. En la capital italiana asistió, por unas semanas, al Centro Sperimentale di Cinema.

Durante su estancia en Francia, continúa como corresponsal de El Espectador, aunque en precarias condiciones, pues si bien escribió dos novelas: El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora (publicadas en 1961 y 1962, respectivamente), vivía pobre a morir, esperando el giro mensual que El Espectador debía enviarle pero que se demoraba debido a las dificultades del diario con el régimen de Rojas Pinilla. Esta situación se refleja en El coronel, donde se relata la desesperanza de un viejo oficial de la guerra de los Mil Días aguardando la carta que había de anunciarle la pensión de retiro a que tiene derecho. Cuando El Espectador fue clausurado por la dictadura, fue corresponsal de El Independiente, y colaboró también con la revista venezolana Élite y la colombianísima Cromos.

Se instaló en París y ahí tuvo que vivir de "milagros cotidianos". En la ciudad luz recogió botellas, revistas y periódicos viejos para obtener a cambio unos cuantos francos.

Regresa a América en 1958 y se instala temporalmente en Venezuela, donde se casó con "su novia de siempre" Mercedes Barcha, unión de la que nacerían dos hijos: Rodrigo (1959), bautizado en la Clínica Palermo de Bogotá por Camilo Torres Restrepo, y Gonzalo (1962). Allí compagina una intensa actividad periodística con la escritura de los relatos de Los funerales de la Mamá Grande (1962). En 1959, fue nombrado director de la recién creada agencia de noticias cubana Prensa Latina. Tras pasar unos meses en Cuba, donde acaba de triunfar la revolución decide irse a vivir un tiempo en Nueva York como corresponsal, pero tuvo grandes problemas con los exiliados cubanos y finalmente renunció. Después de recorrer el sur de Estados Unidos se fue a vivir a México. Allí trabaja en publicidad y escribe su primer guión para el cine, El gallo de oro, en colaboración con Carlos Fuentes.

Unos años después, en 1967, publica la que pronto se convierte en su obra más conocida, y a cuya escritura dedica más de un año de intenso trabajo: Cien años de soledad, novela cuyo universo es una sucesión de historias fantásticas perfectamente hilvanadas en un tiempo cíclico y mítico: pestes de insomnio, diluvios, fertilidad desmedida, levitaciones... Es una gran metáfora en la que, a la vez que se narra la historia de las generaciones de los Buendía en el mundo mágico de Macondo, desde la fundación del pueblo hasta la completa extinción de la estirpe, se refleja de manera hiperbólica e insuperable la historia colombiana desde los tiempos de la independencia hasta los años treinta del siglo XX.

El éxito es inmediato, agotándose la primera edición en apenas unos días, y para alejarse de la fama decide ir a Barcelona, donde vive de 1968 a 1974. Allí escribe El otoño del patriarca (publicado en 1975) y cuentos como Isabel viendo llover en Macondo (1968) o Relato de un náufrago (1970).
"El Gabo" mientras vivía en Barcelona
En 1972 obtuvo el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos.

Algunos de sus amigos destacan que Gabo es vanidoso y que le gusta estar al lado de los poderosos. Otros sostienen que, a pesar de la fama, este "colombiano universal" sigue siendo el mismo caribeño supersticioso de antaño que conserva el gusto por los vallenatos, el cine, la música francesa y el buen vino.

En 1981 García Márquez publicó Crónica de una muerte anunciada, novela fundamental dentro de su obra y que inclinó a su favor la balanza del Premio Nobel de Literatura. Con posterioridad llegarían otras obras maestras.

En la madrugada del 21 de octubre de 1982, García Márquez recibió una noticia que hacía ya tiempo que esperaba por esas fechas: la Academia Sueca acababa de otorgarle el ansiado premio Nobel de Literatura. La ceremonia de entrega del Nobel se celebró en Estocolmo los días 8, 9 y 10 de diciembre; según se supo después, disputó el galardón con el novelista británico Graham Greene y el alemán Günter Grass.

Dos actos confirmaron el profundo sentimiento latinoamericano de García Márquez. A la entrega del premio fue vestido con un clásico e impecable liquilique de lino blanco, por ser el traje que usó su abuelo y que usaban los coroneles de las guerras civiles, y que seguía siendo de etiqueta en el Caribe continental. Y con el discurso "La soledad de América Latina" (leído el miércoles 8 de diciembre de 1982 ante la Academia Sueca en pleno y cuatrocientos invitados y traducido simultáneamente a ocho idiomas), intentó romper los moldes o frases gastadas con que tradicionalmente Europa se ha referido a Latinoamérica, y denunció la falta de atención de las superpotencias hacia el continente.

El flamante Nobel dio a entender cómo los europeos se han equivocado en su posición frente a las Américas, quedándose tan sólo con la carga de maravilla y magia que se ha asociado siempre a esta parte del mundo, y sugirió cambiar ese punto de vista mediante la creación de una nueva y gran utopía, la vida, que es a su vez la respuesta de Latinoamérica a su propia trayectoria de muerte. El discurso es una pieza literaria de elevado estilo y de hondo contenido americanista, una hermosa manifestación de su personalidad nacionalista, de su fe en los destinos del continente y de sus pueblos. Confirmó asimismo su compromiso con Latinoamérica, convencido desde siempre de que el subdesarrollo afecta a todos los elementos de la vida latinoamericana; los escritores de esta parte del mundo deben, por consiguiente, estar comprometidos con la realidad social total.
En la entrega del Nobel de Literatra
Con motivo de la entrega del Nobel, el gobierno colombiano, presidido por Belisario Betancur, programó una vistosa presentación folclórica en Estocolmo. Presentó además una emisión de sellos con la efigie de García Márquez dibujada por el pintor Juan Antonio Roda, con diseño de Dickens Castro y texto de Guillermo Angulo, a propósito de la cual el escritor colombiano expresó: "El sueño de mi vida es que esta estampilla sólo lleve cartas de amor".

En 1985 cambió la máquina de escribir por el computador. Su esposa Mercedes Barcha siempre colocaba un ramo de rosas amarillas en su mesa de trabajo, flores que García Márquez consideraba de buena suerte. Un vigilante autorretrato de Alejandro Obregón, que el pintor le regaló, presidía su estudio; en una noche de locos, el artista lo había atravesado con cinco tiros del calibre 38 para zanjar una disputa entre sus hijos sobre quién lo heredaría. Finalmente, dos de sus compañeros periodísticos, Álvaro Cepeda Samudio y Germán Vargas Cantillo, murieron, cumpliendo cierta prefiguración escrita en Cien años de soledad.

En este año escribe El amor en los tiempos del cólera.

Una vez concluida su anterior novela vuelve al reportaje con Miguel Littin, clandestino en Chile (1986), escribe un texto teatral, Diatriba de amor para un hombre sentado (1987), y recupera el tema del dictador latinoamericano en El general en su laberinto (1989), e incluso agrupa algunos relatos desperdigados bajo el título Doce cuentos peregrinos (1992).

En ese tiempo participa también en la fundación de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños (Cuba), donde dirige anualmente un taller de guión.

Tras obras como Del amor y otros demonios (1994) y Noticia de un secuestro (1996) publica en 2002 Vivir para contarla, donde narra aspectos biográficos de su infancia y juventud, dos años más tarde publica Memoria de mis putas tristes que levantó no poca polémica por el tratamiento de la prostitución.

En el 2007 recibió sentidos y multitudinarios homenajes por triple motivo: sus 80 años, el cuadragésimo aniversario de la publicación de Cien años de soledad y el vigésimo quinto de la concesión del Nobel. 

En el 2010 publicó una antología completa de sus conferencias más interesantes, bajo el título de Yo no vengo a decir un discurso.
En su casa, enero 2010
Muere en México D.F. el 17 de abril de 2014, a la edad de 87 años, tras de una recaída en el cáncer linfático por el que ya había sido tratado en 1999. Los herederos de Gabriel García Márquez depositaron el 24 de febrero de 2015 en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado del escritor in memoriam.

Varias de las obras de García Márquez han sido llevadas al cine, aunque ninguna con tanto éxito como sus equivalentes literarios. Quizá habría que destacar las adaptaciones de El coronel no tiene quien le escriba o El amor en tiempos del cólera.

La obra de Gabriel García Márquez se considera fundamental para entender la literatura en español del siglo XX y su influencia se ha extendido a varias generaciones de escritores rompiendo las barreras propias del idioma y logrando un gran éxito tanto en inglés como en francés o alemán.

Entre sus obras figuran:

⦁ La hojarasca (1955)

⦁ El coronel no tiene quien le escriba (1961)

⦁ La mala hora (1962)

⦁ Los funerales de la Mamá Grande (1962)

⦁ Cien años de soledad (1967)

⦁ Relato de un náufrago (1970)

⦁ La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972)

⦁ Cuando era feliz e indocumentado (1973)

⦁ Chile, el golpe y los gringos (1974)

⦁ El otoño del patriarca (1975)

⦁ Crónicas y reportajes (1976)

⦁ De viaje por los países socialistas: 90 días en la cortina de hierro (1978)

⦁ Crónica de una muerte anunciada (1981)

⦁ Obra periodística 1: Textos costeños (1981)

⦁ Obra periodística 2: Entre cachacos (1982)

⦁ El olor de la guayaba. Conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza (1982)

⦁ Viva Sandino (1982)

⦁ Obra periodística 3: De Europa y América (1983)

⦁ Obra periodística 4: Por la libre (1984)

⦁ Narrativa completa (1985)

⦁ El amor en los tiempos del cólera (1985)

⦁ La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile (1986)

⦁ El cataclismo de Damocles (1986)

⦁ Los cuentos de mi abuelo el coronel (1988)

⦁ El general en su laberinto (1989)

⦁ Primeros reportajes (1990)

⦁ Obra periodística 5: Notas de prensa (1991)

⦁ Doce cuentos peregrinos (1992)

⦁ Del amor y otros demonios (1994)

⦁ Como se cuenta un cuento (1995)

⦁ Noticia de un secuestro (1996)

⦁ Vivir para contarla (2002)

⦁ Memoria de mis putas tristes (2004)

⦁ Yo no vengo a decir un discurso (2010)
Y tú, ¿Has leído alguna obra de Gabriel García Márquez?
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